Pasé mi vida entre andenes.

Pasé mi vida entre andenes.

15 oct 2013

Aquel profesor.

Era principio de curso, como cada año, estaba medio sentada en mi pupitre de mi nueva clase, con los mismos de siempre y los bostezos del comienzo de la rutina. Las paredes descorchaban momentos pasados, las grietas parecían heridas de guerra de alumnos que se dejaron la piel aquí dentro, y goteras que representaban las despedidas de cada año.
De repente alguien llamó a la puerta, no presté mucha atención a aquel hombre que se asomaba por el filo de la misma. Llevaba una camiseta verde con un mensaje escrito y unas ideas a la espalda, el pelo con alguna que otra cana simbolizando recuerdos, los cigarros de su cajetilla de Fortuna desgastados, esos que nos explicaban la importancia del reloj y del paso de los años, las yemas de los dedos manchados de tiza que pintaban, cada día que pasaba, amaneceres en nuestras legañas, los ojos con el brillante sabor dulce de saber enseñar y sobretodo muchas cosas y experiencias que aportarnos.
El año prometía, pero sobre todo si en esa clase estaba aquel profesor. En aquel pequeño aula del fondo del pasillo más largo del instituto, aula donde pasaríamos nuestros últimos momentos, donde se forjarían nuestros mejores recuerdos, sonrisas y estudios, donde cerrábamos una etapa muy importante. Aquel profesor hablaba de que escribir nos serviría para no escondernos, para remover el mundo, para cambiarlo; hablaba también de la cooperación, de la amistad, pero principalmente del respeto. A día de hoy, sigue en mis días aunque no me corrija exámenes ni me aparte las lágrimas de los ojos cuando era necesario llorar, que un día dices adiós y al día siguiente vuelves a cruzarte con esa persona si el destino lo decide así.

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