No te dejes abatir por el eventual infortunio
ya que tu corazón no te entra en el pecho,
tu sonrisa es como un albo plenilunio
y la invitación a la vida te ronda al acecho.
Abandona en el umbral la mustia desazón
para abrirte paso al claror del nuevo día:
un tropiezo no debe oscurecer tu razón,
pues tienes mil motivos para el ardor y la alegría.
En tu interior anida el futuro que se vislumbra,
un mañana de retos, promesas y felicidad:
lo presiento en tus palabras, que nos deslumbran.
Atrás quedarán las lágrimas, los breves pesares
que forjan tu espíritu, tu carácter, tu vitalidad;
que solo refleje tu mirada el azul y verde de tus mares.
Poema escrito por mi padre: Miguel Ángel Mesa Bouzas.
Dedicada a mi.
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